No moriré sin ver el mar


Era más de medianoche cuando me despertaste. Jamás te había visto así pero me asuste y desperté inmediatamente.

-Querias ver el mar-

Asì como un antojo de niña pequeña, sentías que esa vista sería lo único que calmaría tu corazón.
Siempre he sido complaciente, llamé a todos y subí tus cosas al auto.

-Querias ver el mar-

Me reí, detestabas el agua salada y el sol de la mañana. Pero era lo que querías así que te llevaría.

No habían sido buenos meses para ninguna.

En la carretera se nos unieron todos esos primos que decias que tenia. Llevabas la cabeza afuera del auto sonriendo como una niña pequeña.

El mar en su inmensidad nos saludo en la madrugada.

No había nadie cuando llegamos.
El chal blanco que llevabas revoloteaba como alas de gaviota sobre el mar.

-Querias ver mar-

Pero
solo lo miraste
con la mirada que pones
cuando cuentas de tus viajes
a Europa.

Empezaste a vivir cuando murió el abuelo y en ese momento, tenías la pose con el que cuentas que lo conociste.

-Vestida de sirena y con la mano en el corazón-

Ese nieto tuyo, que ahora es tan alto como para llegar a los cajones donde guardas los discos viejos, trajo café en tazas blancas.

-Pero no lo tomaste-

Esa hija tuya, trajo ese banco de madera pintado de blanco cal que llevabas a misa.

-Pero no te sentaste-

Poco a poco llegaron todos aquellos que nacieron de tu sangre.
Pero tu mirada no se movió del horizonte.
No lloraste pero tenías los ojos vidriosos.

-Te sonreí y abracé-

Me miraste y acariciaste mi cabello corto, ese que odiabas porque no era de señorita. Pero que había cortado para parecerme a ti.

-Miramos el mar juntas-

Porque todas tus historias siempre terminaban en el mar.

Adrianita
1/Enero/2019


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